4 de julio de 2010

Los domingos por Madrid

Los días raros se suceden, como si toda mi vida formase parte del sueño efímero de alguna mariposa de la Casa de Campo. La novedad de hoy ha sido que a primera hora ya no tenía tantas ganas de llorar y me he reprimido con resultados bastante notables. Tras asaltar la bolsa de mini-galletas he pensado que acompañada de algo líquido estarían mejor y me he bajado a desayunar (más). La mañana ha pasado bastante estática, por aquí yendo a misa para evadirme un poco del mundo real y para ver si la ostia mojada en vino se me subía a la cabeza para poder tener delirios un poco más agradables. No ha surtido el efecto deseado así que hemos bajado a los ordenadores, a leer ADV, a reírnos un poco de la gente, que aunque este mal en días como hoy necesito reírme de algo (al precio que sea). Así hasta casi la hora de comer, a las dos y pico tenía los ojos tan cansados de mirar las desgracias anónimas que nos hemos subido a la habitación. Cuando volvíamos a bajar para nosequé ha aparecido X con la típica cara de perro abandonado que suelen poner los tíos cuando tienen la ligera sospecha de que te vas a cabrear por algo que han hecho. Lo lamentable es que suele provocar el efecto esperado en más casos de los que cabría esperar y hoy no iba a ser menos.


Cuando terminamos de comer me fui con dos amigos al teleférico de Madrid, ese aparato tan chulo que te da una vueltecita de diez minutos por encima de la Casa de Campo. To mu bonico. Lo malo es ponerse a andar por medio de ese solar erosionado a las cinco de la tarde con toda la calor del mundo acumulada y con unas sandalias que se rompen cuando bajas las cuestas. Todo precioso, si, si, si...a ver cuando me pagan y vuelvo. No se porque le llaman pulmón verde, es un secarral inmenso lleno de alambres y hierbajos que pinchan. Será la visión de los madrileños, que son muy suyos ellos. Después de vagar por el desierto durante casi una hora hemos llegado al "lago". Creo que ha sido lo que más me ha llamado la atención en todo el día. No el lago sino la concentración-campamento base-mercado latinoaméricano que había a unos metros de allí. Le llamaremos "Little Ecuador" (a modo de tributo, sin ninguna clase de sentido peyorativo). Era un sitio muy majo, todo lleno de gente alegre y puestos de comida ilegales. Una señora me ha dado a probar algo parecido a un trozo de carne de cerdo, muy rico ciertamente. Lo que me he preguntado toda la tarde es porque la gente se metía semejantes raciones de calorías y grasas a las seis de la tarde. ¿merienda, cena, comida? Creo que no quiero saberlo... También había chucherías, granizados (muy muy extraños), ropa interior falsificada y latas frías a muy buen precio. La inmersión cultural ha sido muy enriquecedora pero como no queríamos empacharnos dmasiado el espíritu de mestizaje decidimos buscar una boca de metro que nos llevase hasta el museo del Prado (que era domingo y entras gratis). Salimos en Atocha, sí, justo enfrente de la estación. Se ve que no hay más salidas del metro por las que ir que justamente tengo que aparecer por esa. Me he comprado un helado para mitigar un poco las sensaciones. Las calorías en forma de nata me han enfriado un poco el cerebro y he podido congelar un poco todo lo que me pasaba por la cabeza y ponerme a pensar en mis (otras) cosas.

El Prado esta bien, es el tercer museo más grande del mundo y esas cosas. Había cuadros que conocía y que me ha encantado ver, obras de Sorolla, Velázquez y Goya sobretodo. Aunque he llegado a la conclusión de que tal vez lo mio sea más el arte contemporáneo. Del siglo XIX en adelante y esas cosas. Iré a probar suerte esta semana al Reina Sofía (que también es gratis y no cierra los lunes). Después de absorber cultura por todos los poros de mi cuerpo y de que me doliesen los ojos de tanto mirar reyes y santos cierran el museo. Eran aún las ocho así que Diego y yo nos hemos ido a dar una vueltecilla en metro para hacer tiempo e inventarnos la vida de las personas desconocidas del vagón. Divertido, de verdad, os lo recomiendo como desestresante. Nos ha abordado uno de esos hombres que vende pañuelos de papel y yo le he dado conversación. Cuando nos ha contado su vida yo pretendía comprarle uno de esos paquetitos por las molestias de haberme tenido que contar sus desgracias. El tipo se ha bajado como alma que lleva el diablo cuando le estaba preguntando cuanto valían. Estos madrileños... Al cabo de un rato ha aparecido una mujer con intenciones similares pero ya no he tenido ganas de darle conversación, no fuera cosa que me volviera a pasar lo mismo.

Ahora hace un rato que hemos cenado y me he arrastrado (de nuevo) a esta fría e impersonal sala de ordenadores en el más lúgubre de los sótanos lúgubres de este mundo. Esperando se me pasan los ratos y me estoy aburriendo de no tener mis cosas en este maldito PC. Me molesta todavía más tener aquí mi portátil pero no tener conexión a Internet. Sí, se que es una contradicción, pero no pienso pagar los dos euros que vale el cable. Me he cansado de aporrear las teclas, me subo a leer un raro.






Buenas noches.


[...]

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