25 de noviembre de 2015

Nos queremos VIVAS

Sabemos que no solo duelen los golpes y sabemos que el 25 de noviembre no debería existir. No deberían existir la persecucción, el acoso y el ataque sistemático -verbal y no verbal- a la mitad de la población mundial solo por el hecho de ser mujer.  

Las histéricas, las locas del coño, las feminazis y todas aquellas caricaturas que (nos) habéis inventado no podemos más, y el decir basta es lo que nos hará más y más fuertes. A cada día que pasa. Reaccionar, estar alerta y tejer una red de solidaridad que demuestre día a día que nadie está sola.

Hace unos años me consideraba feminista, aunque mi visión del feminismo fuese mucho más plana y buenista de lo que es ahora. Veía los asesinatos y los malos tratos en la distancia de los periódicos, porque en mi realidad no cabía ningún tipo de violencia. Que tontería. Poco a poco, los golpes y la curiosidad me han hecho entender que el asesinato es la punta del iceberg, que los tentáculos del patriarcado se extienden hasta el fondo, que el veneno machista nos infecta a diario y muchas veces sin que nos demos cuenta. 

Cuando veía el machismo de lejos no había sido atracada por volver sola a casa ni había soportado una relación tóxica de continuos maltratos psicológicos. Se trata de temas que no disfruto aireando en público pero creo que al final la situación general es tan asfixiante que no nos queda otra. El momento en que te das cuenta de que ni estás loca ni estás sola y que a diario miles de compañeras son humilladas y vejadas sin motivo aparente.


Este verano fui atracada por un hombre al volver a casa a las ocho de la mañana.

Me siguió desde el metro a mi calle.

No había bebido y era de día.

Me agarró del cuello por atrás y me tiró al suelo, se puso encima de mi.

Nunca en mi vida había pasado tanto miedo.

Empezamos a forcejear.

Estaba afónica y no pude gritar.

Nunca supe si quería golpearme, violarme o solo robarme el móvil.

Huyó con mi bolso cuando pasó un transeúnte.

Hematomas y lesión cervical en el parte médico.

Crisis de ansiedad periódicas e inestabilidad emocional durante semanas.

Miedo irracional a pisar sola la calle por la noche.



A día de hoy soy incapaz de quedarme sola en casa por las noches y mucho menos a regresar de fiesta andando. Esta historia no será considerada por ninguna estadística como violencia de género, pero lo es. Es un ataque por el hecho de ser mujer y andar sola por la calle. Pero nunca quedará registrado más allá de una denuncia por hurto en el barrio de Moncloa, en Madrid. Al igual que tampoco quedarán registradas las experiencias de pareja en las que me haya podido sentir maltratada. No existimos, nos matan, pero parece que nadie lo ve venir. Nunca.

Porque las denuncias falsas se vuelven un argumento incontestable cuando sabes que el machismo ha matado a más personas desde 2003 que ETA en toda su historia. Porque la opinión pública se empeña día tras día a reducirlo todo a un problema de ámbito doméstico, cuando se trata de un asunto de Estado que nos atañe a todas. El mío es un caso casi insignificante comparado con el día a día al que muchas deben hacer frente y resistir, aguantar, tragar. Sobrevivir. Pero ya basta, no quiero más veinticincos de noviembre con víctimas que llorar. Porque nos queremos VIVAS.