26 de agosto de 2010
Confesones de una ama de casa atolondrada y prematura
23 de agosto de 2010
Calor y sopor veraniego
- Terminar de leer "La Conjura de los Necios".
- Empezar a leer otro libro de los cientos que hay en casa.
- Poder escaquearme de la terrible e insufrible tortura en que se ha convertido estudiar inglés.
- Educar lo suficiente a mi hermano para que algún día evolucione de "ente pubescente indeterminada" a "persona mínamente racional".
- Conseguir trabajo en la vendimia y largarme el mes que viene a ganar cantidades industriales, indecentes, obscenas y escandalosas de dinero.
- Ir a todas las fiestas patronales de pueblos cercanos a mi casa y evadirme de la realidad con drogas de composición altamente etílica.
- Educar lo suficiente a mi hermano para que algún día evolucione de "ente pubescente indeterminada" a "persona mínamente racional".(x2)
- No omitir de mi memoria el hecho de que ahora debería estar en Santander de vacaciones y no aquí muriéndome del asco por culpa de quién yo me se.
- Conseguir darle a mi vida un orden y estructura o sentido que al menos sea capaz de entender a medias y dejar de dar tumbos como una peonza suicida.
- Lograr terminar los miles de millones de textos elevados a infinito que tengo empezados pero que no van más allá de la segunda página.
- Crear un complejo vitamínico que me permita soportar horas y horas de programas de Tele5 que me veo obligada a tener que ver en mi casa sin que mi cerebro se derrita y/o sufra daños irreparables.
- Patentar algún invento estúpido pero imprescindible digno de la teletienda y forrarme con las ventas millonarias que produzca.
- Ir al "Annarock" y darme la evasión de mi vida.
- Comprarme un bazooca de última generación y apuntar a la habitación de mi hermano cuando vienen sus amigos a visitarle.
- Acordarme un poco de Diego todos los días y llamarle para hablar de la inminente destrucción mundial y nuestro papel fundamental en ese episodio de la historia regido y gobernado por gyntonics y botellines de Desperados.
18 de agosto de 2010
El país de las últimas cosas
Cuelgo algo que acabo de publicar en mi otro blog que escribí hoy y creo que la temática puede corresponder a ambos espacios. Así que como no podía decidirme por uno sólo cuelgo aquí también a la criatura.
Acabo de terminar de leer “el país de las últimas cosas”, de Auster y he sentido la necesidad insostenible de ponerme a escribir sobre él. Me habían hablado muy bien del escritor. Pero no era nada comparado con la realidad. Supera con creces las expectativas. Su forma de relatar la miseria y la desesperación me han sacudido. Los experimentos que propone en su novela consiguen introducirte en un mundo devastado. Deja a tu elección las causas del desastre pero cuenta con una maestría arrolladora las consecuencias. Se desdobla para narrar las desgracias particulares de los personajes que van apareciendo a lo largo de toda la obra, presentándolos de forma impersonal a la vez que profunda. No da detalles sobre el aspecto de su protagonista, Anna pero consigue te sientas parte de ella. El estado en que se encuentra la ciudad escenario de la acción puede parecer un mundo abstracto y hiperbólico de lo que podría ocurrir en un futuro no muy lejano. Pero si nos paramos a reflexionar en la idea de la metrópolis post-apocalíptica nos damos cuenta que en al mundo actual hay ciudades que no difieren demasiado del modelo que nos presenta la novela. Asesinatos, muertes, robos, mafias, suicidios, mercado negro, mendigos. Son solo algunos elementos más de la realidad que envuelve a los personajes. Conviven en una cotidianidad insostenible que se traduce en la rutina de la supervivencia. Sin más, con el destino incierto de no saber que ocurrirá mañana, pero con la certeza de que serán capaces de lograr sobrellevar lo que venga, con el único deseo de subsistir un día más.
Sin embargo no es complicado extrapolar la situación y compararla con el estado en el que se encuentran algunas zonas a día de hoy. Partes de África, Asia o América Latina pueden convertirse en ejemplos actuales de metrópolis enteras desestructuradas, a merced de su propia suerte. La inseguridad es el pan de cada día para miles y miles de personas. Puedes poner nombre a esas masas recordando a los que se apiñan bajo lonas de plásticos en Haití, meses después de la desgracia (aunque su situación no era muy distinta antes). Puedes acordarte de los ciudadanos de Corea del Norte, oprimidos por el fanatismo y la desinformación. También puedes pararte a recordar los millones que se cobijan en los campos de refugiados que invaden en hemisferio sur. Pero son imágenes lejanas, imprecisas y difusas. Fantasía al fin y al cabo, como las historias de Auster.
14 de agosto de 2010
Me pareció ver una telaraña por aquí, habrá que renovar las chorradas que digo en este espacio ¿no? Que ya va siendo hora. Ahora sin complicaciones, ni malos rollos, ni historias, ni ataduras, ni nada. Tengo ganas de creerme que puedo hacer lo que quiera ¿no? Iré con cuidado no sea que tropiece y me caiga desde arriba del todo. Con calma y sin parar.