22 de septiembre de 2009

Lluvia










Hoy, cuando volvía en tren se ha puesto a llover, mucho. Pero eso no lo he sabido hasta que me he bajado. Una fina pero diluviana lluvia ha comenzado a calarme de arriba a abajo. Sí, perfectamente podría haber llamado para que me recogiesen. Pero no, no me lo merecía. Llevaba los cascos verdes, los perfectos cascos Heineken, a los que tanto cariño he cogido en apenas unos días, porque aunque la gente me mire a veces raro ya ni me doy cuenta. Me he quedado sola, nadie ha seguido el mismo camino que yo, han preferido recurrir a los coches o paraguas (o chubasqueros con palo como a mí me gusta llamarlos)...el camino de vuelta estaba desierto, era ya de noche y hacía mucho mucho frío. Cada vez llovía más y más, estamos en septiembre. Me armé con la capucha de la sudadera y salí de allí lo más rápido que puedo pero sólo me lleva unos segundos descubrir lo absolutamente maravillosa y melancólica que es esa sensación: sentir y caminar bajo la lluvia. Tus emociones se multiplican por mil, se intensifican más de lo que puedes explicar. Como acompañamiento a este particular nirvana que me envuelve escucho Hyper Music, de Muse. Esa maldita canción, la maldita canción que me han dedicado. Dice algo sobre mentiras doradas y comenta algo sobre el no te quiero y el nunca te quise, pedías demasiado, pedías pruebas. La ha escrito alguien al que han destrozado, literalmente, al pobre se lo han cargado emocionalmente. Después de la muerte sentimental tan dolorosa que ha tenido el autor posiblemente se convierta en un pu*o cabrón cruel e inhumano en sus relaciones. Como yo. He estado en ambas partes, se como es sentirse dejado, pero ahora también se como es ser dejador. Me han hecho daño y ahora yo lo imito, lo reproduzco y magnifico demasiado bien. Tengo la certeza de que esta cadena nunca muere, es infinita e inmortal: universal. Me deprimo y se que la culpa de todo es rejodidamente mía, no hay remedio. La música resuena a pleno volumen en mi estúpida cabeza y cada acorde es más desgarrador y deprimente que el anterior. Por unos instantes me siento parte de la lluvia que tan fuertemente golpea sobre mi cara y todo mi cuerpo. Al principio traté de evitarla, pero ahora no puedo evitar andar por medio de la calle mirando al cielo, llorando: de rabia, de pena, de impotencia y de cosas mal hechas y sin ningún remedio. Es cuestión de micromilèsimas lo que tardo en darme cuenta de que no cambiaría esa sensación por nada. A pesar de todo lo que he hecho ahora entiendo que eso me esta haciendo entender muchas cosas, me estoy intentando liberando, más que literalmente del yugo de la culpa que se empeña en asfixiarme, aunque cada vez apriete más y más. Ahorcada, así es como voy a terminar pronto si no consigo disculparme pronto, de algún modo. A nadie le gusta que le rompan el corazón. Descubrir que la persona con la que quieres pasar tu vida desea alejarse de ti puede hacer que mueras. Y más aún si por unos instantes esa persona olvida que, a veces, el dolor y el odio no tienen límites. Y menos aún consecuencias.






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